• Spotify
  • Mapa Covid19

Los siete pecados capitales de AMLO (1)

No bien había ganado las elecciones presidenciales Andrés Manuel López Obrador, cuando usted publicó en el portal SDP un artículo con título que ahora me permito replicar (julio 11 de 2018).

Hubiera sido muy conveniente imprimir su columna y repartirla como hojas parroquiales entre todos los actores políticos, sociales y económicos del país, para que tuvieran claro a qué se atenían.

A cuatro años de gobierno, me permito confirmar la certera descripción que usted hizo de López Obrador; lo hago con hechos y datos acumulados a lo largo de este (des)gobierno.

1. La tentación autoritaria. Basten como pruebas el cierre del NAIM; los decretos para brincarse la Ley de Adquisiciones a favor de sus obras; pretender imponer leyes secundarias inconstitucionales, como la Ley de Energía y más recientemente, la de la Guardia Nacional; suspender la compra de medicamentos y desaparecer el Seguro Popular. Todas estas medidas las impuso sin importar a quién o qué afectaban o cuánto costaban y, por supuesto, sin planeación.

No debiera extrañarnos, pues, su cercanía con las Fuerzas Armadas: AMLO desea, los militares obedecen. No importa que las decenas de nuevas funciones asignadas a los militares no correspondan a su misión y razón de ser, pues, además de la obediencia, ellos tienen la enorme ventaja de poder establecer como de seguridad nacional cualquiera de sus proyectos y obras sin tener que explicar el manejo de recursos y los soportes técnicos. Nadie, ni la Auditoría Superior de la Federación, ni la Cámara de Diputados, pueden pedirles explicaciones de nada.

2. La campaña permanente. Estará de acuerdo conmigo, doña Alexia, en que durante una campaña electoral los candidatos emiten frases estridentes y se refieren a sus adversarios con calificativos desfavorables. En una campaña, el contendiente se define por el conflicto, pero una vez ganador y ya en el poder ha de gobernar para todos., o casi todos. No ha ocurrido así con AMLO, quien gobierna para sus bases.

Cada semana, el presidente exhibe un nuevo adversario, al cual le dedica toda clase de epítetos para describir lo que para él son oscuras intenciones y peores perversidades. Lo mismo jesuitas que mujeres, medios, intelectuales, científicos, padres de niños con cáncer, farmacéuticas, neoliberales, jueces, clasemedieros, etc. En fin, que fortalecer la unidad nacional no es un tema que le preocupe a nuestro mandatario.

Con la misma habilidad, algunas de sus decisiones menores las ha magnificado al cargarlas de simbolismos atractivos para su voto duro. Bajo esa premisa se mudó de Los Pinos a Palacio Nacional, siendo que la anterior residencia era bastante más austera y funcional que la última. El área de enajenación de bienes pasó a ser el Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado, en donde algunos bienes se “evaporaron” (que no “se robaron” ¿eh…?) La rifa del avión presidencial sin avión se recuerda cada vez que viaja en clase turista.

En cuanto a la forma, nunca dejó de ser candidato para convertirse en presidente, pues jamás pasó por el proceso de mejora de imagen según dictan los manuales. Tal vez esa fidelidad a sí mismo le ha redituado con sus seguidores más fieles.

3. El culto a la personalidad. AMLO es el poseedor de La Palabra, nadie más. Con ella ha construido una gestión basada en el discurso más que en los hechos o resultados. Nuestro mandatario busca proyectar su dominio sobre todos los temas, aunque se equivoque con harta frecuencia; toda la información y la comunicación empiezan y terminan con él.

Es la primera vez en mis muchos años dedicado al periodismo que veo a los secretarios con una mordaza (no la del Covid sino la otra, la de a de veras…) ninguno da entrevistas y sus direcciones de Comunicación Social son transparentes. Los secretarios abren la boca cuando el presidente se los permite y en las mañaneras.

No vale la pena mencionar a los “reporteros” que a diario plantean preguntas a modo, para mayor lucimiento del mandatario, pero sí a los personeros que vía redes sociales combaten con insultos, mas no con argumentos, a todo aquel que se atreva a criticar a don Andrés, y si pueden, tumban las cuentas de Twitter de los “sacrílegos” …

Me faltan cuatro pecados capitales para pintar de cuerpo entero al presidente. Así que permítame continuar con el tema.

Un último comentario: Hay que reconocerle a Andrés Manuel López Obrador nunca ocultó sus siete pecados capitales.

Nos engañó con la verdad.

Lmendivil2010@gmail.com

Compartir:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *